Generalmente, hemos sido educados y condicionados para ser críticos, para emitir valoraciones. Juzgamos de forma instintiva e inmediata los pensamientos e ideas nuevas. A veces ocurre que cuando hacemos un brainstorming en busca de ideas, nos pasamos los siguientes minutos imaginándonos todos los motivos por los que una idea no puede funcionar o no puede realizarse, en lugar de centrarnos en generar tantas ideas como podamos. Parece como si emitir juicios, fuera más fácil que intentar generar algo nuevo.
El problema viene cuando la gente juzga las ideas demasiado pronto y las rechaza antes de que se hayan tenido en cuenta todas sus implicaciones y relaciones. El pensamiento creativo se cristaliza y se detiene, aparece el miedo al ridículo por las ideas propuestas, el qué dirán, etc. Es entonces cuando se generan pocas ideas nuevas y, al final, los pensamientos son canalizados hacia ideas débiles, seguras y conservadoras.
En cambio, si durante la fase de generación no se evalúan estas ideas a medida que van surgiendo, conseguimos un pensamiento más fluido y libre, podremos seguir las ideas de otros, aprovecharlas y combinarlas para crear aún más ideas. El pensamiento que no juzga es dinámico y fluido. Las ideas rebotan las unas en las otras provocando ideas adicionales y combinaciones de ideas, lo que multiplica las posibilidades.
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